Bienvenidos a un nuevo post de Inversor Jedi. En esta nueva publicación vamos a continuar hablando del segundo pilar básico en nuestro camino hacia la libertad financiera. En concreto, vamos a analizar un poco las características básicas de todo activo financiero que no son otras más que la rentabilidad, el riesgo y la liquidez del mismo.
Introducción
Si recordáis de alguno de mis anteriores posts, invertir es una de las actividades básicas para poder alcanzar, algún día, la libertad financiera. En concreto, comentaba que el ahorro es la gasolina y la inversión es nuestro coche para el viaje hacía una situación financiera mejor.
Pues para invertir en cualquier activo financiero, debemos conocer cuáles son los aspectos básicos de dicho activo. De esa forma, podremos saber si ese activo es adecuado para nosotros. Es decir, debemos conocer su rentabilidad, riesgo y liquidez.
Vamos a ello.
¿Qué es la rentabilidad de un activo financiero?
El primer concepto que debemos analizar es el de rentabilidad. ¿A qué nos referimos con rentabilidad?
La rentabilidad no es más que la diferencia entre el dinero que “nos devuelve” el activo después de comprarlo comparándolo, precisamente, con el dinero que nos costó cuando lo compramos.
En otras palabras, lo que en el post que hablaba sobre la definición de activo denominé “rendimiento económico”.
En términos generales, los rendimientos de un activo, es decir su rentabilidad, pueden ser de dos clases: explícitos e implícitos.
Rentabilidad explícita
La rentabilidad explícita es la que proviene de recibir una cierta cantidad de dinero, normalmente de forma periódica, pagada por la contraparte del contrato. Recordar que los activos financieros son, en realidad, contratos que dan un derecho a quien lo compra a cambio de pagar una cierta cantidad de dinero a quien lo vende).
En términos generales, podemos decir que la rentabilidad explícita en conocida de antemano cuando compramos el activo financiero. Podemos, por lo tanto, hacer una analogía entre rentabilidad explícita e interés.
En consecuencia, este tipo de rentabilidad es más habitual (y también más importante) en aquellos activos financieros cuyo objeto es prestar dinero a otra persona. La persona que recibe el dinero, se compromete no sólo a devolverlo en el plazo y forma que se acuerde; sino, además, a pagarle a quién le presta ese capital un cierto dinero como “precio” por habérselo dejado.
Ejemplos de activos con rentabilidad explicita son los títulos de deuda pública (letras, bonos y obligaciones), deuda privada (obligaciones empresariales) o, incluso, los préstamos hipotecarios (son activos para el banco).
Rentabilidad implícita
La rentabilidad implícita es aquella que se genera en el momento en el que se vende el activo en cuestión.
La diferencia entre el precio al que lo vendo, comparado al precio al que lo compré es la rentabilidad implícita del activo.
En general, para todos los aquellos activos que se compran y venden en mercados secundarios (es decir a personas distintas al emisor del activo), es imposible saber, por anticipado, cuál será el precio de mercado al que podré vender el activo en el futuro.
En consecuencia, la característica más importante de esta rentabilidad es que no es conocida de antemano.
¿Cómo se mide la rentabilidad?
Existen muchas formas de calcular la rentabilidad de un activo, especialmente si tenemos en cuenta lo que ya comentamos en su día de que el dinero, con el tiempo, cambia de valor.
Sin embargo, para evitar hacer una exposición demasiado técnica que pueda “asustar” a las personas que están empezando, podemos calcular la rentabilidad de la siguiente forma:
Sumamos todos los “intereses” cobrados desde la compra del activo + el precio de venta del activo y, a eso, le restamos el precio que pagamos por el cuando lo compramos.
Con eso, obtendremos el rendimiento en términos monetarios (es decir en dinero) que nos ha generado dicho activo.
Sin embargo, el dato del dinero generado por el activo, a veces, puede llevarnos a engaño o no ser muy significativo para saber si ese activo nos ha generado más o menos rentabilidad que otro activo.
Para evitar ese problema, lo que se hace es dividir el importe obtenido en el paso anterior entre el precio de compra. Para finalizar, dado que las rentabilidades se expresan universalmente en términos porcentuales, dicho resultado se multiplica por 100 para obtener la rentabilidad final.
En este punto puede que estés un poco asustado, pensando que todo esto es demasiado técnico y no te estés enterando de nada. ¡No te preocupes! Te pongo un ejemplo práctico muy sencillo para que lo entiendas, ¡ya verás como es muy fácil! 😊
Ejemplo:
Suponemos que compramos un activo, el que sea, que me cuesta 105€. Antes de venderlo, recibo un interés de 7€ y, finalmente, pasado un tiempo lo vendo por 110€.
Podemos calcular nuestra rentabilidad siguiendo los siguientes pasos:
- Sumar intereses cobrados + precio de venta – precio de compra = 7+110-105 = 12€
- Dividir el número anterior entre el precio de compra = 12/105 = 0,1142
- Multiplicar el número anterior por 100 para obtener el % = 0,1142 x 100 = 11,42
¡LISTO! Ya tenemos la rentabilidad que nos ha generado dicho activo = 11,42%
Ya sabes calcular rentabilidades 😊
Algunas notas prácticas sobre rentabilidades:
Periodo temporal para el cálculo de la rentabilidad
En el ejemplo anterior hemos calculado la rentabilidad, para un periodo de tiempo desconocido. Si imaginamos que desde que compramos el activo hasta que lo vendimos ha pasado un año, entonces podemos decir que dicho activo me ha generado un rendimiento (rentabilidad) del 11,42% anual.
Esto es importante, tenemos que tener en cuenta que la rentabilidad se puede calcular para cualquier periodo de tiempo, un día, un mes, un trimestre, un año, etc. Dicho periodo viene definido por el plazo de tiempo que pasa desde que compras el activo hasta que lo vendes.
Sin embargo, por convenio universal, y para poder comparar activos financieros muy distintos entre sí, las rentabilidades suelen expresarse en términos anuales.
Pero, ¿qué ocurre si quiero comparar un activo que compro y vendo en 6 meses; con otro que compro y vendo en un año?
En ese caso, deberás traducir todas las rentabilidades “en términos anuales”. Es decir, convertir la rentabilidad diferente a la anual a rentabilidad anual.
Existe una fórmula matemática algo técnica y compleja para hacer dicha conversión. Yo no voy a explicarla aquí ya que se sale del objeto de este blog. Sin embargo, en internet tienes multitud de páginas y recursos donde puedes aprender cómo hacerlo.
De hecho, existen muchas páginas donde puedes realizar la conversión automáticamente. Por ejemplo, puedes hacerlo en esta página y en esta otra.
¿Los dividendos que pagan las empresas cotizadas a los propietarios de las acciones son rendimientos explícitos?
Esta es una pregunta algo complicada, pero, en mi opinión, técnicamente no podemos decir que los dividendos sean rendimientos explícitos.
Si recuerdas lo que he comentado antes, una de las características de los rendimientos explícitos es que se conocen de antemano. Sin embargo, los dividendos no son conocidos de antemano.
Los dividendos que pagan las empresas a sus accionistas son decididos todos los años por los órganos de dirección de las mismas. Normalmente, las empresas suelen seguir una política de dividendos relativamente predecible, pero pueden existir muchas circunstancias por las que una empresa decida reducir o suspender el pago de dividendos.
Ello es así por que al accionista es dueño de una parte del capital social de una empresa, no es una persona que “presta dinero” a la empresa. Y, si recuerdas lo que expliqué antes, los rendimientos explícitos son asimilables a los intereses, es decir, a la remuneración que el prestatario da al prestamista por dejarle su dinero.
¿La rentabilidad es siempre positiva?
Supongo que ya sabrás la respuesta, pero en caso de que no sea así te la doy yo:
ROTUNDAMENTE NO.
De hecho, ocurre muchas veces que la rentabilidad es negativa. Eso quiere decir que el dinero que nos devuelve el activo es menor al dinero que pagamos para comprarlo.
Cuando eso ocurre no hemos tenido un beneficio, sino una pérdida, ya que al final de nuestra inversión tenemos menos dinero que al principio.
Como ya sabrás, la inversión financiera supone aceptar que puedes (y de hecho lo harás con cierta frecuencia) perder dinero.
Ello es así porque todo activo financiero conlleva un riesgo, que es el siguiente concepto o característica básica de todo activo financiero y que vamos a analizar a continuación.
¿Qué es el riesgo de un activo financiero?
El riesgo de un activo financiero es la probabilidad de que dicho activo no produzca los beneficios que esperamos en el periodo de tiempo previsto.
Como acabamos de ver, el riesgo hace que la rentabilidad de una inversión no sólo no sea la esperada, sino que esta pueda ser negativa.
De hecho, para ciertos activos financieros con mucho riesgo, existe la posibilidad de no obtener ningún rendimiento positivo, sino un rendimiento completamente negativo. En otras palabras, podemos no sólo no ganar nada sino, también, perder parte o todo el dinero invertido en dicho activo.
¿Cuántos tipos de riesgos hay y cómo se mide?
Existen diferentes tipos de riesgos, tantos como posibles “fuentes” de rentabilidad de cada activo financiero.
En unos días publicaré un post dedicado, exclusivamente, a comentaros los diferentes tipos de riesgos que afectan a los activos financieros. Por ahora, a meros efectos ilustrativos, podemos decir que los principales riesgos que corre un inversor al invertir en un activo financiero son:
- Riesgo de marcado
- Riesgo de crédito
- Riesgo de liquidez
- Riesgo de tipo de cambio
- Riesgo de tipo de interés
- Riesgo país
En cuanto a cómo se mide el riesgo, os puedo decir que existen muchas formas de medir el riesgo de un activo financiero. Sin embargo, la más extendida y clásica es mediante su volatilidad.
La volatilidad de un activo mide dos cosas. Por un lado, mide la velocidad a la que dicho activo cambia de precio y, también, cómo de “grandes” son dichos cambios de precio comparados con la media de los mismos.
Desde un punto de vista técnico, eso se realiza mediante el cálculo de la desviación estándar.
Al igual que con la fórmula de conversión de rentabilidades, no voy a explicar aquí como calcularla. En internet tenéis multitud de páginas que podéis consultar para saber como se consulta, por ejemplo esta página.
Y con esto, pasamos ya hablar de la última de las características esenciales de todo activo financiero que es su liquidez.
¿Qué es la liquidez de un activo financiero?
La liquidez de un activo financiero mide la facilidad y velocidad con la que dicho activo puede volver a convertirse en dinero mediante su venta en un mercado sin sufrir una pérdida importante de su “valor”.
En este caso, como podéis imaginar, podemos decir que el activo financiero más líquido sería el propio dinero. Si consideramos que el dinero es un activo en sí mismo, lo cual, como ya vimos en este post, no es lo que yo pienso.
Algunos ejemplos de activos financieros muy líquidos son los depósitos, las cuentas corrientes remuneradas, los productos de renta fija negociados en un mercado secundario organizado, etc.
Por el contrario, los activos menos líquidos son aquellos que no existe un mercado secundario organizado. Por ejemplo, los bienes inmuebles, etc.
En cuanto a las acciones, podemos situarlos en una situación intermedia. Es cierto que son fácil y rápidamente vendibles en la bolsa de valores, pero la posibilidad de sufrir una pérdida considerable de valor puede llegar a ser elevada.
Ello es así porque la cotización de las acciones fluctúa constantemente y, a veces, dichas fluctuaciones pueden ser muy importantes. Adicionalmente, hay algunas acciones (de empresas más pequeñas y desconocidas) que, aunque coticen en un mercado organizado, no tienen mucha demanda para comprar esas acciones, lo que puede dificultar su venta.
El triángulo mágico de los activos financieros: Relación entre Rentabilidad – Riesgo – Liquidez
Muy bien, ahora ya sabemos que son la rentabilidad, el riesgo y la liquidez de un activo financiero. Como digo, sus tres características principales.
Sin embargo, nos queda un último paso, y es saber qué relación existe entre ellos. Como os podéis imaginar estos tres conceptos, rentabilidad, riesgo y liquidez están total e íntimamente relacionados entre sí.
La relación entre ellos son las siguientes:
- A mayor riesgo, mayor rentabilidad: Esto es lógico, si yo, como inversor, veo que un activo es más arriesgado, más volátil, que la probabilidad de que el emisor no cumplan con las condiciones pactadas son mayores, etc. Demandaré al emisor de eso activo que me de una rentabilidad mayor para compensar el mayor riesgo que estoy asumiendo.
- A mayor liquidez, menor riesgo: Cuando un inversor tiene la posibilidad de vender de forma rápida y fácil un activo en un mercado secundario sin sufrir, por ello, una significativa pérdida de valor; está en una situación más ventajosa, es decir, está asumiendo un riesgo menor que si no puede vender el activo fácilmente.
- A mayor liquidez, menor rentabilidad: Esta última relación es consecuencia lógica de las dos anteriores. Si el activo es muy líquido y ello conlleva un menor riesgo, el emisor del activo ofrecerá, en consecuencia, una rentabilidad menor en comparación con un activo menos líquido y, por lo tanto, mas arriesgado.
Como veis, la relación entre estos tres conceptos significa, al final, que el inversor está forzado a buscar un equilibrio entre todos ellos.

No se puede comprar un activo muy líquido, muy rentable y poco arriesgado al mismo tiempo. En todo caso se podrá aspirar a tener un activo muy líquido y rentable pero tremendamente arriesgado.
Será, por lo tanto, el inversor, mediante la elección de su perfil inversor, el que decida qué nivel de riesgo está dispuesto a asumir a cambio de una determinada rentabilidad y liquidez.
De la misma forma, si lo que le interesa al inversor es obtener una determinada rentabilidad, deberá elegir un equilibrio entre riesgo y liquidez que le permitan alcanzar dicha rentabilidad.
Conclusión
Hasta aquí este post de Inversor Jedi. En el que hemos analizado un poco las tres características básicas que definen a todos los activos financieros que son la rentabilidad, el riesgo y la liquidez.
Hemos hecho un repaso del concepto de por cada uno de ellos. Hemos visto un ejemplo de cálculo de rentabilidades. Enumerado los diferentes tipos de riesgos y añadido algunos comentarios breves a tener en cuenta sobre ellos.
También hemos visto la relación que existe entre ellos y como, al final, es el inversor el que debe buscar su “punto de equilibrio” en función de su perfil inversor.
¿Qué pensáis vosotros? ¿Tenéis alguna opinión sobre cuál es vuestro punto de equilibrio en el triángulo mágico de la inversión? En ese caso, como siempre, no dudes en compartirlo con la comunidad dejando un comentario en la sección de comentarios de este post.
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Un saludo y ¡que la Fuerza (financiera) te acompañe!